Octubre de 2025 encuentra al sector del transporte y la logística en España ante una disyuntiva clara: la transición hacia la sostenibilidad, que ha pasado de ser un eslogan a un requisito de mercado, avanza con determinación pero topa con realidades técnicas y económicas que moderan su ritmo. La presión de clientes, administraciones y una normativa cada vez más estriccia ha logrado lo que años de debate no consiguieron: instalar la urgencia ecológica en el núcleo de la estrategia empresarial. Sin embargo, el camino hacia la descarbonización total se revela complejo y multifacético, con una flota que navega entre la renovación, la electrificación cautelosa y la búsqueda de combustibles alternativos.
El estudio Tendencias en Digitalización de Flotas en España, citado por la revista Transporte 3, radiografía esta transición con precisión. El dato más elocuente es que el 41% de las empresas está renovando su flota con criterios de sostenibilidad. Esta es una muestra tangible de un cambio de mentalidad. Sin embargo, la fotografía detallada desvela una adopción aún tímida de tecnologías limpias: solo un 14% ha iniciado procesos de electrificación y un 11% utiliza combustibles alternativos. Como bien señala Heike de la Horra, directora de Marketing de Webfleet para la región, «La sostenibilidad ya no es una opción, es una exigencia del mercado… pero la infraestructura y los costes siguen siendo barreras para la electrificación masiva».
Esta prudencia hacia la electrificación se refleja en las apuestas de futuro. Mientras un 30% de las empresas aún confía en el diésel a corto plazo, la visión a medio plazo está fragmentada: un 25% cree que el hidrógeno será la tecnología dominante, superando ligeramente al 23% que apuesta por el vehículo eléctrico. Este pulso entre hidrógeno y electricidad define la incertidumbre tecnológica actual. Los biocombustibles (15%) mantienen un nicho relevante, mientras opciones como los e-fuels (1%) parecen, por ahora, marginales. Expertos como María López, catedrática de Transporte Sostenible en la Universidad Politécnica de Madrid, advierten: «No habrá una solución única. El futuro será un ecosistema diversificado donde la elección del combustible dependerá del tipo de ruta, la carga y la disponibilidad de infraestructura, que es el verdadero cuello de botella».
Frente a la espera por una tecnología limpia definitiva, las empresas están optimizando lo disponible. Una de cada cinco (20%) monitoriza el estilo de conducción de sus empleados, una medida de bajo coste y alto impacto. El estudio recalca que una conducción eficiente puede reducir el consumo hasta en un 15%. Para Javier Martínez, director de una asociación logística nacional, «la digitalización es el aliado silencioso de la sostenibilidad. Monitorizar y formar no solo reduce emisiones y ahorra combustible, sino que proporciona los datos necesarios para planificar una transición energética con fundamento, no por impulsos».
En este escenario, los mecanismos de apoyo público son cruciales. Los Certificados de Ahorro Energético (CAE) emergen como una herramienta ágil y efectiva. A diferencia de las subvenciones tradicionales, ofrecen un retorno económico directo y rápido por reducir el consumo, siendo accesibles para empresas de todos los tamaños. Este instrumento premia la eficiencia inmediata mientras se desarrolla la infraestructura para la transformación a largo plazo, cerrando la brecha entre la ambición y la viabilidad económica.
En definitiva, octubre de 2025 pinta un sector español del transporte en plena metamorfosis. La convicción sobre la necesidad de ser sostenibles es absoluta, pero la transición es pragmática y gradual. Se avanza en frentes múltiples: renovando flotas, probando tecnologías, optimizando la operativa actual con digitalización y aprovechando incentivos como los CAE. El consenso entre los expertos es que, aunque el camino no es lineal, la dirección es irreversible. La flota española ya ha emprendido la marcha, pero el trayecto hacia la descarbonización total aún requiere de más infraestructuras, certidumbre tecnológica y un apoyo público continuado que acelere el ritmo.
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