Rumanía en la Encrucijada Climática: Un País Asediado en Noviembre de 2025

by Marisela Presa

Noviembre de 2025 encuentra a Rumanía luchando contra las consecuencias de un clima cada vez más errático y severo. Lo que antaño era un otoño predecible ha dado paso a una estación de extremos. Este mes, el país no solo enfrenta las típicas nieblas y primeras heladas, sino una peligrosa alternancia entre olas de calor tardías que secan los suelos y lluvias torrenciales que causan inundaciones repentinas en regiones como el oeste de Transilvania o Moldavia. Los cultivos de girasol y maíz, ya afectados por un verano seco, ven comprometida su cosecha final, mientras los viñedos de renombre internacional se preparan para inviernos cada vez más impredecibles.

El cambio climático ya no es una amenaza futura; es una realidad que impacta la economía y la seguridad alimentaria del país.

La crisis energética, agravada por el conflicto en Ucrania, se ve profundamente influenciada por la variable climática. Una sequía persistente en los Balcanes y el sureste de Europa ha mantenido los caudales de los ríos, incluido el Danubio, en mínimos históricos. Esto ha mermado significativamente la capacidad de producción hidroeléctrica, una piedra angular del sistema energético rumano. Al mismo tiempo, la demanda de calefacción se dispara durante los fríos episodios de finales de otoño, creando una presión sin precedentes sobre la red. El gobierno se ve forzado a sopesar el aumento de la quema de carbón, contradiciendo sus compromisos con el Pacto Verde Europeo, o a importar gas a precios exorbitantes, una disyuntiva que lastra las finanzas nacionales y envenena el aire de ciudades como Bucarest.

En las majestuosas cadenas de los Cárpatos, el impacto es visible y alarmante. Los glaciares, ya reducidos, continúan su retirada, afectando las reservas de agua dulce a largo plazo. Más inmediato es el golpe al turismo: las estaciones de esquí, como Poiana Brașov, observan con preocupación cómo las nevadas escasas y tardías retrasan el inicio de la temporada. La falta de nieve natural obliga a un uso masivo de cañones, aumentando costos e impactando los recursos hídricos locales. Este patrón no solo daña una industria vital para muchas comunidades, sino que es un recordatorio tangible de cómo un ecosistema montañoso único se desestabiliza, con efectos en la biodiversidad y el riesgo de inundaciones por deshielo prematuro.

La crisis climática también está remodelando la geografía de las enfermedades y la salud pública. Los veranos más largos y calurosos han permitido la expansión hacia el norte de especies invasoras, como el mosquito tigre, aumentando el riesgo de transmisión de virus como el del Nilo Occidental. Las autoridades sanitarias reportan un alargamiento de la temporada de alergias y una mayor frecuencia de golpes de calor entre la población vulnerable durante los periodos anómalamente cálidos de noviembre. El sistema sanitario, ya bajo presión, debe ahora adaptarse a esta nueva carga de morbilidad, un desafío que requiere de inversión y planificación a una escala para la que muchos países del este de Europa aún no están plenamente preparados.

Frente a este panorama, Rumanía se debate entre la adaptación y la oportunidad. Por un lado, es uno de los mayores receptores de fondos del Mecanismo de Transición Justa de la UE, destinados a reconvertir las regiones carboníferas como el Valle del Jiu. Proyectos de energía eólica y solar florecen en Dobrogea, junto al Mar Negro, aprovechando un recurso que el cambio climático ha hecho más intenso: el viento. La transición verde avanza, pero a un ritmo que puede no ser suficiente para contrarrestar la velocidad de los cambios ambientales.

En definitiva, en noviembre de 2025, Rumanía encarna la compleja batalla de Europa del Este contra el cambio climático. Es un país de contrastes: entre las montañas que se quedan sin nieve y las llanuras que se inundan, entre una herencia de combustibles fósiles y un futuro de energías renovables en ciernes. Su capacidad para superar las inercias políticas y económicas, acelerar su transición ecológica y fortalecer su resiliencia determinará no solo su propio futuro, sino también la cohesión y seguridad climática de toda la Unión Europea. El tiempo, en todos los sentidos de la palabra, se está agotando.

Have any thoughts?

Share your reaction or leave a quick response — we’d love to hear what you think!

You may also like

Leave a Comment