Para los transportistas españoles, el panorama de peajes para lo que resta de 2025 y 2026 se caracteriza por una notable estabilidad dentro de las fronteras nacionales, que contrasta con los cambios significativos en otras rutas europeas que frecuentan. Esta divergencia requiere una gestión adaptativa para mantener la competitividad.
En España, la situación es de clara estabilidad. Las tarifas experimentaron ajustes moderados a partir del 1 de enero de 2025, con incrementos que generalmente se situaron entre el 3.84% y el 5.45%, unas actualizaciones que se consideran convencionales. Este marco predecible se ve reforzado por bonificaciones específicas para el transporte pesado, como el descuento del 50% en la AP-9 (Autopista del Atlántico) y rebajas en la AP-66, medidas gubernamentales destinadas a evitar desvíos a carreteras secundarias y aliviar la carga operativa.
En marcado contraste, Europa Central vive una transformación. Austria es el ejemplo más destacado, con un aumento total de peajes de aproximadamente un 12.4% en enero de 2025. Lo más impactante es el drástico incremento del 66.9% en el componente específico por emisiones de CO₂ para un camión Euro 6 de 4 ejes, una medida que refleja una clara política de penalizar las emisiones, alineada con los objetivos verdes de la UE.
Esta tendencia no es aislada. Más allá de Austria, otros países también introducen cambios sustanciales, como el ajuste del 3.3% en Polonia o el del 2.86% por inflación en la Región Valona de Bélgica. Una evolución clave es la expansión del Sistema Europeo de Telepeaje (EETS), que en 2025 extiende su cobertura a países como Bulgaria y Suiza. Esto simplifica la gestión al permitir pagar en múltiples naciones con una sola unidad, pero exige una adaptación por parte de las empresas.
Para las empresas españolas, esta disparidad significa que los costes logísticos de sus operaciones internacionales ya no dependen solo de la estabilidad nacional. Los incrementos en corredores esenciales, como los que atraviesan Austria, impactarán directamente en la rentabilidad. Esta realidad fragmentada hace que la planificación de rutas y, sobre todo, la eficiencia medioambiental de la flota sean factores más críticos que nunca.
En definitiva, los transportistas se enfrentan a un escenario dual: un mercado doméstico estable frente a un entorno europeo en transformación, donde la Directiva de la Euroviñeta impulsa internalizar el coste de las emisiones. La clave para la competitividad internacional reside en una gestión activa de los costes viarios, aprovechando herramientas como el telepeaje interoperable y acelerando la transición hacia flotas menos contaminantes. Mantenerse informado sobre estas variaciones normativas no es una opción, sino una necesidad para la rentabilidad de las operaciones transfronterizas.
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