La transición ecológica se topa con la realidad, Europa frena la prohibición de los motores de combustión

by Marisela Presa

La necesaria y urgente transición hacia una movilidad limpia en Europa choca frontalmente con una realidad económica y social compleja. Si bien el objetivo de un medio ambiente libre de contaminantes es compartido, el camino para lograrlo está resultando ser más escarpado de lo previsto.

Los grandes anuncios, como la prohibición de vender vehículos de combustión interna a partir de 2035, deben ser reevaluados cuando se analiza el impacto en actores clave, como los pequeños transportistas y autónomos, para quienes el coste de una renovación radical de su herramienta de trabajo es, sencillamente, inasumible a corto plazo.

Este es precisamente el escenario que ha llevado a la Unión Europea a dar un significativo paso atrás. Como se ha podido ver en recientes publicaciones especializadas y en anuncios oficiales, la Comisión Europea, bajo el liderazgo de Ursula von der Leyen, ha decidido flexibilizar sus objetivos de descarbonización.

Tras el Strategic Dialogue on the Future of the European Automotive Industry celebrado en Bruselas, la presidenta comunitaria anunció, a través de su cuenta en la red social X, que se revisará la normativa para eliminar la prohibición total de comercializar coches de combustión a partir de 2035.

La presión de la industria ha sido crucial en este cambio de rumbo. Asociaciones como CLEPA, que representa a los proveedores de automoción, y ACEA, que agrupa a los fabricantes, alzaron la voz advirtiendo de los riesgos de una transición demasiado rígida.

 Matthias Zink, presidente de CLEPA, argumentó, como se recoge en las notas adjuntas, que focalizarse únicamente en los vehículos 100% eléctricos marginaría otras tecnologías neutras en carbono donde Europa ya es líder. Alertó, además, de una desventaja competitiva que podría costar más de 76.000 empleos.

Desde el lado de los constructores, la ACEA trasladó una evidencia incontestable: el mercado no avanza al ritmo esperado. A pesar de las enormes inversiones, la cuota de los eléctricos puros se estanca, mientras que los híbridos aún representan un tercio del mercado.

La falta de infraestructura de recarga, los altos costes de la electricidad y la escasez de incentivos hacen inviable cumplir con los objetivos iniciales, una realidad que Von der Leyen ha admitido al señalar que «el contexto ya no es el mismo».

Este giro regulatorio, lejos de ser una simple concesión a los grandes fabricantes, tiene profundas implicaciones para la base de la pirámide del transporte.

Para ese propietario de un único vehículo que mencionas, la extensión del periodo de venta de tecnologías de combustión, incluso más allá de 2035, supone un respiro. Significa que la transición podrá ser más gradual, permitiendo explorar alternativas como los híbridos o los combustibles sintéticos (e-fuels) sin verse forzado a una inversión económica inalcanzable en la conversión a un vehículo totalmente eléctrico.

Para el sector de la posventa y los talleres, esta noticia es igualmente crucial.

Un parque móvil más heterogéneo, con motores de combustión, híbridos, eléctricos y de hidrógeno coexistendo, asegura actividad, pero también exige una reconversión técnica progresiva.

Los talleres deberán invertir en formación y equipamiento, pero sin la presión de un cambio abrupto.

En conclusión, la decisión de la UE no es un abandono de los objetivos verdes, sino un reconocimiento de que la sostenibilidad debe ser también social y económicamente viable.

El mensaje final es claro: la neutralidad tecnológica y la flexibilidad son esenciales para no dejar a nadie atrás en este camino imprescindible hacia la descarbonización. La carrera por un futuro limpio es una maratón, no un sprint, y Europa acaba de ajustar su ritmo para asegurar que puede llegar a la meta con su industria y su tejido social intactos.La necesaria y urgente transición hacia una movilidad limpia en Europa choca frontalmente con una realidad económica y social compleja. Si bien el objetivo de un medio ambiente libre de contaminantes es compartido, el camino para lograrlo está resultando ser más escarpado de lo previsto.

Los grandes anuncios, como la prohibición de vender vehículos de combustión interna a partir de 2035, deben ser reevaluados cuando se analiza el impacto en actores clave, como los pequeños transportistas y autónomos, para quienes el coste de una renovación radical de su herramienta de trabajo es, sencillamente, inasumible a corto plazo.

Este es precisamente el escenario que ha llevado a la Unión Europea a dar un significativo paso atrás. Como se ha podido ver en recientes publicaciones especializadas y en anuncios oficiales, la Comisión Europea, bajo el liderazgo de Ursula von der Leyen, ha decidido flexibilizar sus objetivos de descarbonización.

Tras el Strategic Dialogue on the Future of the European Automotive Industry celebrado en Bruselas, la presidenta comunitaria anunció, a través de su cuenta en la red social X, que se revisará la normativa para eliminar la prohibición total de comercializar coches de combustión a partir de 2035.

La presión de la industria ha sido crucial en este cambio de rumbo. Asociaciones como CLEPA, que representa a los proveedores de automoción, y ACEA, que agrupa a los fabricantes, alzaron la voz advirtiendo de los riesgos de una transición demasiado rígida.

 Matthias Zink, presidente de CLEPA, argumentó, como se recoge en las notas adjuntas, que focalizarse únicamente en los vehículos 100% eléctricos marginaría otras tecnologías neutras en carbono donde Europa ya es líder. Alertó, además, de una desventaja competitiva que podría costar más de 76.000 empleos.

Desde el lado de los constructores, la ACEA trasladó una evidencia incontestable: el mercado no avanza al ritmo esperado. A pesar de las enormes inversiones, la cuota de los eléctricos puros se estanca, mientras que los híbridos aún representan un tercio del mercado.

La falta de infraestructura de recarga, los altos costes de la electricidad y la escasez de incentivos hacen inviable cumplir con los objetivos iniciales, una realidad que Von der Leyen ha admitido al señalar que «el contexto ya no es el mismo».

Este giro regulatorio, lejos de ser una simple concesión a los grandes fabricantes, tiene profundas implicaciones para la base de la pirámide del transporte.

Para ese propietario de un único vehículo que mencionas, la extensión del periodo de venta de tecnologías de combustión, incluso más allá de 2035, supone un respiro. Significa que la transición podrá ser más gradual, permitiendo explorar alternativas como los híbridos o los combustibles sintéticos (e-fuels) sin verse forzado a una inversión económica inalcanzable en la conversión a un vehículo totalmente eléctrico.

Para el sector de la posventa y los talleres, esta noticia es igualmente crucial.

Un parque móvil más heterogéneo, con motores de combustión, híbridos, eléctricos y de hidrógeno coexistendo, asegura actividad, pero también exige una reconversión técnica progresiva.

Los talleres deberán invertir en formación y equipamiento, pero sin la presión de un cambio abrupto.

En conclusión, la decisión de la UE no es un abandono de los objetivos verdes, sino un reconocimiento de que la sostenibilidad debe ser también social y económicamente viable.

El mensaje final es claro: la neutralidad tecnológica y la flexibilidad son esenciales para no dejar a nadie atrás en este camino imprescindible hacia la descarbonización. La carrera por un futuro limpio es una maratón, no un sprint, y Europa acaba de ajustar su ritmo para asegurar que puede llegar a la meta con su industria y su tejido social intactos.

Have any thoughts?

Share your reaction or leave a quick response — we’d love to hear what you think!

You may also like

Leave a Comment