Leyendas de la Carretera: Historias que se cuentan en la noche

by Marisela Presa

Bueno, les he contado tantas cosas estos meses sobre el trabajo, que pensé en cambiar un poco. ¿Por qué no aliviar el estrés con algo de nuestro propio folklore? Porque sí, nosotros los de la carretera también tenemos el nuestro, igual que los pueblos antiguos de esta Europa nuestra.

Así que me puse a buscar, a escuchar y a recordar. Y hay una riqueza de historias que vuelan de boca en boca, en los parkings, en las cafeterías de carretera, historias que crecen con cada viaje y cada imaginación.

En estos últimos días del año, me propuse juntar algunas de esas fábulas, esas anécdotas desmesuradas que nacen en los tramos más solitarios de esta geografía vasta y oscura. Les aseguro que adentrarse en este mundo de narraciones inventadas, donde la verdad se estira como la sombra de un camión al atardecer, tiene su encanto.

El Fantasma de la Cuneta
Una de las que más corre por las frecuencias de la CB. Muchos juran haberse topado, en una ruta desierta a altas horas de la madrugada, con una figura en el arcén. A veces es un autoestopista con ropas pasadas de moda; otras, una mujer joven con un vestido blanco que flota. Hacen la seña, pidiendo a gritos silenciosos que los lleven. El camionero, con ese instinto de ayuda, para. Los sube. Pero al cabo de unos kilómetros, cuando vuelve la mirada al asiento del copiloto… no hay nadie. Se esfumó. En algunas versiones, después se descubre que fue alguien que murió en un accidente justo ahí, hace décadas. En otras, el fantasma es bueno: hay hasta videos borrosos en redes de una silueta luminosa empujando a un peatón para salvarle de ser arrollado. ¿Son ciertos? Quién sabe. Pero la historia se alimenta.

El Camión que se Movió Solo
Esta es clásica. La del conductor que, rendido por una tormenta de esas que lavan el asfalto, aparca en una gasolinera abandonada a dormir un rato. Se desploma en la litera. Al despertar, algo no cuadra. El paisaje ha cambiado. El camión está kilómetros más adelante, o las huellas alrededor muestran que dio vueltas en redondo toda la noche, como en un trance. Él no tocó el volante. Unos dicen que fue cosa de fuerzas que no entendemos; otros, que fueron bromas pesadas. Pero el miedo a despertar y no reconocer el lugar donde te quedaste dormido… eso es real.

Las Luces que Siguen
En los tramos más remotos, donde la oscuridad es absoluta, muchos han jurado verlas: luces bailando. No son faros, ni reflectores. Son bolas brillantes, fuegos fatuos que titilan y flotan junto a la ruta, siguiendo el ritmo del camión. Te persiguen kilómetros, y cuando decides que ya es demasiado, se apagan de golpe. En las áreas de descanso, se debate: ¿son OVNIs? ¿Algo del subsuelo? ¿Fantasmas de otros viajeros? Nadie tiene la respuesta, pero todos conocen a alguien que las vio.

El Perro del Diablo
Una de las más inquietantes. Hablan de un perro negro, enorme, que aparece de la nada en mitad de la noche, en carreteras desiertas. No es un animal normal: tiene unos ojos rojos que brillan con el humo de los faros, y corre. Corre a la par del camión, a una velocidad imposible, mirando fijamente al conductor. La leyenda dice que si lo miras a los ojos, trae mala suerte, accidentes… o peor. Los que lo han visto cuentan que un escalofrío les hiela la sangre, y que la bestia, de repente, se desvanece como si nunca hubiera estado ahí.

La Chica de la Curva
Esta me la contó un viejo camionero gallego. Era una noche cerrada de invierno, con una niebla que lo empapaba todo. Él volvía a casa, luchando contra el sueño, cuando la vio. Una chica, quieta como un poste, junto a la cuneta. Llevaba solo un camisón blanco, vaporoso. Pensando en un accidente, paró. Ella subió sin decir palabra. Ni un ruido. El viaje siguió en un silencio pesado. Él intentó hablar, pero ella solo miraba al frente. De pronto, con una voz que no parecía de este mundo, susurró: «Cuidado con la curva». Él frunció el ceño: no había ninguna curva en ese tramo recto. Pero segundos después, la niebla se abrió y ahí estaba: una curva cerradísima que no aparecía en su memoria. Dio un volantazo brusco, el camión patinó y quedó atravesado. Con el corazón a punto de salírsele por la boca, giró hacia el asiento del acompañante para preguntar si estaba bien. El asiento estaba vacío. Solo el frío de la noche dentro de la cabina.

El Frenazo Fantasma
Y cómo no, la del ruido que todos temen oír: el sonido seco, fortísimo, de unos frenos de aire accionados a fondo cuando no hay nada delante. Un frenazo en seco en mitad de la nada, sin motivo. Algunos dicen que es el recuerdo de un accidente que quedó impregnado en el asfalto; otros, que es una advertencia del más allá para que reduzcas la velocidad. Sea lo que sea, más de uno ha bajado del camión con las piernas temblándole, revisando los ejes y las ruedas, sin encontrar ni un rasguño. Solo el eco del golpe, repitiéndose en la cabeza.

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