La pregunta sobre cuándo debe una persona dejar de conducir, especialmente vehículos de gran porte, no tiene una respuesta simple ni universal. Estudios globales coinciden en que el envejecimiento afecta capacidades cruciales para la conducción, como los reflejos, la agudeza visual y auditiva, y las funciones cognitivas.
Sin embargo, establecer una edad cronológica fija como límite es considerado injusto y poco científico. La clave, como señalan las investigaciones, no reside en la edad numérica, sino en la capacidad funcional individual. En Europa, y concretamente en España, la legislación ha optado por un sistema que prioriza la evaluación continua sobre la prohibición automática.
En España, la Dirección General de Tráfico (DGT) es clara al respecto: no existe una edad máxima legal para conducir. Un portavoz de la DGT ha explicado en varias ocasiones que «la edad por sí sola no es un factor determinante; lo que importa es la aptitud psicofísica».
No obstante, el organismo es consciente de los riesgos asociados al envejecimiento. Por ello, a partir de los 65 años, el permiso de conducción debe renovarse con mayor frecuencia, sometiéndose el conductor a reconocimientos médicos exhaustivos que evalúan precisamente esas capacidades que pueden mermar con la edad.
La perspectiva médica añade una capa esencial de comprensión al debate. Geriatras y oftalmólogos insisten en que el deterioro no es homogéneo. Un especialista en medicina del tráfico subraya que «a los 70 años podemos encontrar a personas con las capacidades de un quincuagenario y viceversa».
Sin embargo, son innegables los cambios fisiológicos: la vista tarda más en adaptarse a los deslumbramientos, el campo visual puede reducirse y el tiempo de reacción ante un imprevisto se alarga. Para vehículos pesados, donde las consecuencias de un error son potencialmente más graves, estos factores se multiplican, razón por la cual los controles para estos permisos son aún más estrictos.
Para los conductores profesionales o aquellos que manejan vehículos de gran tonelaje, la normativa española es particularmente rigurosa. A partir de los 65 años, la renovación del permiso C (camiones) o D (autobuses) es obligatoria cada tres años, e incluye pruebas específicas. Expertos de la DGT argumentan que esta frecuencia no es discriminatoria, sino una medida de seguridad proactiva.
El objetivo es detectar a tiempo cualquier condición, como el inicio de una demencia o un problema cardiovascular, que pueda suponer un riesgo al volante de un vehículo que, por su masa y dimensiones, requiere una atención y responsabilidad máximas.
En conclusión, lejos de recomendar una «edad exacta» para dejar de conducir, el modelo español y la evidencia científica apuntan hacia una gestión personalizada de la capacidad de conducir. La respuesta no está en retirar el carnet a una determinada edad, sino en fomentar la autoconciencia entre los conductores mayores y garantizar, mediante revisiones médicas periódicas y rigurosas, que todos los usuarios de la vía, sin importar su edad, cumplen con los requisitos necesarios para una conducción segura. Se trata de equilibrar la autonomía personal con la responsabilidad colectiva en la seguridad vial.
Have any thoughts?
Share your reaction or leave a quick response — we’d love to hear what you think!