Atrapados en el carbono: Abrumadora dependencia de los combustibles fósiles del transporte español

by Marisela Presa

El transporte por carretera se erige, con un contundente 62 por ciento del consumo de combustibles, como el epicentro del desafío medioambiental del sector en España, indica una publicación digital de la península, dedicada a información del transporte de mercancías por carretera.

Esta abrumadora dependencia de los derivados del petróleo como combustible, no solo lo convierte en el principal consumidor de energía, sino también en el líder indiscutible de las emisiones de CO₂, muy por encima de otros modos de transporte como el ferrocarril, el marítimo o el aéreo.

Esta realidad, destacada en el informe de la Fundación Corell, subraya una paradoja moderna: pese a los avances tecnológicos en eficiencia, la huella de carbono en el sector del transporte sigue siendo descomunal debido a su volumen y a la casi total dependencia en combustibles fósiles.

Ante ese panorama, la regulación española y europea ha intensificado sus esfuerzos para impulsar una transición verde. Normativas como la Ley de Cambio Climático y Transición Energética fomentan la movilidad sostenible, estableciendo objetivos concretos como la descarbonización completa de la economía para 2050.

Estas directrices se materializan en medidas que van desde la restricción a vehículos contaminantes en zonas de bajas emisiones (ZBE) en grandes ciudades hasta incentivos fiscales para la compra de vehículos eléctricos y la apuesta por infraestructuras de recarga. El marco legal busca, por tanto, alterar estructuralmente el modelo de movilidad actual.

Sin embargo, el reto es monumental debido al peso específico de la carretera en la economía española, siendo el modo predominante para el transporte tanto de mercancías como de pasajeros. Electrificar la totalidad de este parque móvil, especialmente el de gran tonelaje y larga distancia, presenta enormes dificultades técnicas y logísticas. Por ello, la normativa no se limita a la electrificación, sino que promueve un mix de soluciones. Esto incluye el fomento de biocombustibles avanzados y gases renovables (como el hidrógeno verde) para aquellos segmentos donde la batería eléctrica no sea aún viable, asegurando una transición justa y tecnológicamente neutra.

La oportunidad que presenta esta transformación es tan vasta como el desafío. Reconducir el modelo de transporte hacia la sostenibilidad no solo es imperativo para cumplir con los compromisos internacionales contra el cambio climático, sino que también supone una ventaja estratégica. Puede impulsar la innovación industrial, generar empleo verde de calidad en nuevos sectores, mejorar la calidad del aire en las ciudades —reduciendo los costes asociados a la salud— y aumentar la independencia energética del país al reducir las importaciones de petróleo.

En conclusión, la descarbonización del transporte por carretera es la piedra angular de la política medioambiental española en el sector. Lograrlo requiere una acción coordinada y ambiciosa que combine el rigor normativo con incentivos económicos, una apuesta decidida por la I+D+i en energías limpias y un diálogo constante con todos los agentes implicados.

O sea que para descarbonizar el transporte en España no basta con usar la tecnología que existe, sino que se requiere investigación, desarrollo, e innovación en una propuesta que permita transformar una idea teórica, como lo es la descarbonización, en soluciones prácticas, eficientes y comercialmente viables que resuelvan los grandes desafíos, como es el caso del transporte sostenible.

El camino está marcado por la regulación, pero su éxito dependerá de la capacidad para implementar estas medidas de forma eficaz y acelerada, transformando el mayor reto en la mayor oportunidad para modernizar y hacer sostenible un pilar fundamental de nuestra economía.

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