El vertiginoso auge del comercio electrónico suele asociarse con la inmediatez de la última milla y la revolución digital, creando la ilusión de que el mundo logístico empieza y termina en un almacén urbano. Sin embargo, esta visión olvida una verdad fundamental de la economía global: la producción está geográficamente dispersa.
Los consumidores demandan productos de todo el planeta, desde móviles diseñados en California y fabricados en Asia hasta aguacates cultivados en Perú, y es en esta brecha entre la producción globalizada y el consumo hiperlocal donde las bolsas de carga y el transporte de larga distancia no solo persisten, sino que se revelan como absolutamente imprescindibles. Lejos de ser desplazadas, su función se ha intensificado.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el comercio electrónico no ha eliminado la necesidad del transporte masivo de mercancías; la ha reconfigurado y potenciado. La demanda constante de reponer millones de referencias en los almacenes de «centros de preparación de pedidos urbanos exige un flujo constante y eficiente de materias primas y productos terminados a través de océanos y continentes.
Las bolsas de carga son el eslabón inteligente que hace viable económicamente este movimiento, al consolidar las cargas de múltiples proveedores y minoristas en contenedores marítimos o palés aéreos. Esta consolidación comparte los altos costes fijos del transporte internacional, haciendo que el precio final de un producto sea rentable. Sin este mecanismo, abastecer un mercado en línea con productos globales sería financieramente inviable.
Mientras el foco de la innovación se sitúa en el último tramo, los grandes beneficiarios del boom del comercio electrónico se encuentran también en la trastienda de la globalización. Los puertos con mayor capacidad de tráfico de contenedores, las navieras de transporte marítimo y las compañías de cargo aéreo han visto aumentar su volumen de negocio de forma sustancial. Asimismo, los operadores logísticos globales que gestionan estas complejas cadenas de suministro transnacionales se han erigido como piezas claves, así como los desarrolladores de software para la gestión del transporte (TMS) que optimizan estos flujos, refieren voces autorizadas europeas.
Por supuesto, este nuevo paradigma ha creado también claros desafíos y perjudicados. El sector más presionado es, sin duda, la logística más cercana al consumidor y la distribución urbana, presionada por la demanda de entregar millones de paquetes individuales en plazos cada vez más cortos, lo cual genera congestión y problemas de sostenibilidad.
Igualmente, la logística inversa o gestión de devoluciones se ha convertido en un problema operativo y económico para los del comercio minoristas, al tener que gestionar flujos de retorno masivos, individualizados y costosos.
Por otra parte, el almacenamiento tradicional de grandes volúmenes, concebido para una logística de empresa a empresa más lenta, ha tenido que reinventarse o quedar obsoleto. Su modelo, basado en macro-centros alejados de los núcleos urbanos, choca frontalmente con la necesidad de velocidad de empresa a consumidor . Quienes no han sabido adaptarse hacia una red de conexión y actividad más pequeñas y estratégicas han visto peligrar su negocio.
En la otra cara de la moneda, los grandes ganadores en el ámbito del almacenamiento son los nuevos modelos que ha demandado el comercio electrónico: los servicios de almacenes de proximidad» y los desarrolladores de micro almacenes centers en las periferias urbanas. Su valor estratégico se ha disparado, convirtiéndose en la piedra angular para cumplir las promesas de entrega rápida. Junto a ellos, los fabricantes de robótica y automatización de almacenes viven una edad de oro, ya que su tecnología es la única capaz de dar la velocidad y precisión requeridas.
En definitiva, la revolución del comercio electrónico no ha supuesto una sustitución, sino una profunda simbiosis. Ha creado una pirámide logística donde la eficiente y silenciosa gestión de las bolsas de carga en la base es la condición que posibilita el frenesí de la última milla en la cúspide. Una no puede existir sin la otra. La globalización productiva exige consolidación y transporte masivo, mientras el consumo digital exige velocidad y personalización indican los analistas.
Pero afirmar que el comercio online desplaza a la logística tradicional es un error. Lo que hace es subordinarla a un nuevo y más complejo ecosistema, donde su papel es más crucial que nunca.
Ya usted sabe, la próxima vez que reciba un paquete en 24 horas, vale la pena recordar el viaje transoceánico y la consolidación inteligente que lo hicieron posible, demostrando que en la era digital, las cadenas más largas y pesadas son las que permiten los eslabones finales más ágiles y ligeros.
Aquí esta Powerload.es para seguir acompañándoles por España y toda Europa con su carga para el mercado mundial.
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